El asunto de las patentes de Apple y HTC

Hay dos aspectos de la demanda por las patentes de Apple contra HTC que exigen una mayor reflexión. En primer lugar, los graves problemas del sistema de patentes estadounidense en su conjunto, especialmente en relación a las patentes de software. En segundo lugar, las implicaciones estratégicas de la decisión de Apple de presentar una demanda.

Los autores inteligentes que tienen experiencia de primera mano con patentes de software han escrito mucho sobre el propio sistema a lo largo de los últimos años. Tim Bray en particular ha escrito abundantemente sobre ellas, incluida sobre su propia experiencia en obtenerlas. Voy a citar aquí uno de sus primeros artículos al respecto:

¿Son las patentes de software una mala idea? — La verdad es que no lo sé. El nombre de uno de mis hermanos, que es diseñador industrial, figura en la patente de un dispositivo para mezclar gases que se emplea en cromatógrafos. Cuando me enseñó el documento de patente, con los dibujos y los planos y demás, me quedé impresionado; estas gente había ideado una nueva estructura de válvulas y geometrías que llevaban a cabo un trabajo práctico de una forma elegante y nueva. Parecía algo mucho más riguroso que el modo en que ideamos nuevas tecnologías en la industria del software; pero a lo mejor es porque estoy demasiado cerca de este mundillo y tengo a la vista cosas que no se suelen ver.

Suelo pensar que hay un espectro de cosas razonables en las patentes de software. La de “Compra con un clic” se me antoja como un error flagrante, simplemente porque si le dices esas cuatro palabras a cualquier programador que sepa de comercio online, diría “vale” y lo programaría y funcionaría; este caso no parece alcanzar un mínimo nivel para siquiera llamarlo invento. Pero tengamos en cuenta la estructura básica de PGP creada por Phil Zimmerman; es enormemente inteligente y elegante. Me da la sensación de que algo así sí que merece ser llamado invento en igual medida que el aparato de mezcla de gases de mi hermano. Obviamente, creo que las solicitudes de patente que yo he presentado están más cerca del PGP que de la compra con un clic.

En una continuación posterior, Bray escribía:

¿Significa esto que he llegado a la conclusión de que las patentes de software están bien tal cual, gracias, y que el actual nido de víboras de la litigación por las patentes es una buena práctica empresarial?

No; aunque suelo estar de acuerdo con Jonathan en que la idea de las patentes de software no es en sí misma mala (con lo que estoy en desacuerdo con Richard Stallman), la verdad es que es casi imposible que personas racionales tengan una discusión racional sobre patentes de software. El motivo es el comportamiento absurdamente retorcido de la Oficina de Patentes y Marcas de EE.UU., cuya estúpida disposición a otorgar patentes para cualquier cosa sin respeto por lo que ya ha sido patentado con anterioridad y sin usar el sentido común ha envenenado por completo el debate. La consecuencia, como he planteado anteriormente, es que el efecto neto del sistema de patentes de software es servir como impuesto parásito impuesto por los abogados sobre los empresarios.

En lo que no estoy de acuerdo con Jonathan es lo que se conoce como patentes de “técnicas de negocio”: compras con un solo clic, precios individualizados por empleado. Me cuesta ver que suponga un beneficio para la sociedad conceder patentes a algo que sería imposible llevar a cabo en secreto. También creo que, para obtener una patente, un invento debería ser innovador tanto es su concepción como en su ejecución.

El énfasis añadido a la última frase citada es mío. He citado una buena porción del artículo de Bray porque tras haber leído sus ensayos sobre patentes, estoy casi totalmente de acuerdo con él. No me opongo a la idea del sistema de patentes de forma general (como ocurre con Stallman y otros muchos). Y creo que en muchos ámbitos el sistema ha funcionado bien en el pasado y sigue haciéndolo actualmente.

Pero para el software, no hay duda de que el sistema no sirve a efectos prácticos. Se puede afirmar que el software es por naturaleza distinto de otros ámbitos de la invención, diferente hasta el punto de que las patentes no deberían existir — o deberían existir durante un periodo de tiempo mucho menor antes de caducar. No se puede (o al menos no debería poder) patentar soluciones matemáticas, y hay argumentos sólidos que afirman que la programación es una rama de las matemáticas. Pero debido a que se conceden patentes de software, asumamos de momento que ciertos tipos de software deberían poderse patentar. Incluso siendo así las cosas, está claro que la Oficina de Patentes de EE.UU. ha otorgado y sigue otorgando patentes a cosas que no deberían poderse patentar. No sólo cosas absurdas y frívolas, sino patentes que se han concedido a cosas que no eran más que conceptos, en lugar de implementaciones concretas e innovadoras de dichos conceptos. Ideas en abstracto, más que implementaciones de ideas.

Hace unas pocas semanas, Bray publicaba un artículo titulado “Giving Up on Patents” (Dejar las patentes por imposibles):

No hace tantos años, incluso mientras me embargaba el miedo y el asco por el odioso comportamiento de la Oficina de Patentes y Marcas de EE.UU., seguía conservando cierto respeto por la idea de las patentes. Incluso escribí lo que creo es una introducción a la Teoría de Patentes que resulta sorprendentemente fácil de leer. Pero ya no. El sistema es demasiado defectuoso para arreglarlo. Quizás funcionó en su momento, pero ya no. El sistema de patentes debe ser desmontado y descartado.

Paul Graham, que también ha obtenido patentes de software, ha escrito sobre el tema:

Nosotros, como hackers que somos, sabemos que la USPTO (oficina de patentes y marcas de EE.UU.) está permitiendo a la gente patentar lo que vienen a ser los cuchillos y tenedores de nuestro mundo. El problema es que quienes forman la USPTO no son hackers. Posiblemente se les dé bien juzgar nuevos inventos para moldear acero o pulir lentes, pero aún no comprenden el software.

Y:

Las versiones físicas de sistemas de control no tienen nada especial que haga que éstas sean patentables pero no sus equivalentes de software.

Por desgracia, a la legislación de patentes le falta consistencia en este tema. La ley de patentes en la mayoría de países especifica que los algoritmos no son patentables. Esta norma es una reminiscencia de los tiempos en los que “algoritmo” hacía referencia a algo como la Criba de Eratóstenes. En 1800, la gente no era capaz de ver como hoy podemos nosotros que muchas patentes de objetos mecánicos eran realmente patentes de los algoritmos a los que daban forma física.

Los abogados especializados en patentes tienen que fingir que eso es lo que hacen al patentar algoritmos. No se debe emplear la palabra “algoritmo” en el título de una solicitud de patente, al igual que no se debe emplear la palabra “ensayos” en el título de un libro. Si quieres patentar un algoritmo, debes presentarlo como un sistema informático que ejecuta ese algoritmo. Entonces ya es mecánico; uf. El eufemismo por defecto para algoritmo es “sistema y método”. Busca una patente con esas palabras y verás cuántos resultados obtienes.

Estas extrañas reglas provocan que las patentes se describan de forma ofuscada. Que se patenten algoritmos pero haya que fingir que se está patentando otra cosa demuestra que se trata de un sistema defectuoso.

Para mí, las patentes de “interfaz de usuario” están en el mismo saco de las “patentes de método de negocio” como ejemplos de cosas que, sin importar lo innovadoras u originales que sean, no deberían poderse patentar. Son patentes de ideas.

Adobe, por citar un ejemplo, posee una patente sobre paletas con pestañas. Si habéis usado aplicaciones de Adobe como Photoshop, InDesign o Illustrator durante la última década, sabéis de lo que hablo. Las aplicaciones de diseño llevan usando paletas flotantes con pestañas desde el programa MacPaint en 1984. A diferencia de las cajas de diálogo, no eran de carácter modal y “flotaban” sobre la ventana del documento. A diferencia de los menús, permanecían visibles. Son omnipresentes en las aplicaciones de diseño. Uno de sus puntos débiles, no obstante, era que si abrías demasiadas, llenabas la pantalla — cuantas más paletas tengas abiertas, menos espacio te quedará para mostrar el propio documento. A Adobe se le ocurrió una estupenda funcionalidad: le permitían a uno agrupar varias paletas como pestañas en una sola ventana de paleta, y se podían arrastrar pestañas individuales de una ventana a otra o sacarlas de la ventana actual para que estén en su propia ventana (algo parecido a los navegadores con pestañas). Adobe patentó la idea, y cuando Macromedia implementó una versión de esto, Adobe los demandó (y ganó — unos míseros 2,8 millones de dólares). En mi opinión, es exactamente el tipo de disputa legal por patentes que va destinado a impedir la innovación en lugar de premiarla. Basarse en las ideas de otros es esencial para la competencia.

Ninguna empresa individual puede cambiar el sistema de patentes de EE.UU., ni se debe esperar que pueda hacerlo. Como cualquier sistema enraizado que dispone de poderosas entidades que intentan mantener el status quo, lo más posible es que tengamos que seguir conviviendo con él. Así que la industria informática ha usado la disensión para vivir con esta situación. Las empresas obtienen todas las patentes que pueden, redactadas de la forma más genérica que les resulta posible. Y, puesto que todo el mundo (léase: todas las grandes empresas de tecnología) tiene una gran cartera de patentes, y casi todas las ideas las ha patentado ya alguien en mayor o menor medida, la mayoría de ellas permanecen inertes. La Empresa A no demanda a la Empresa B por incumplir patentes propiedad de A porque los propios productos de A casi con total seguridad violan alguna patente propiedad de B.

Por este motivo las empresas dedicadas a la pura especulación con las patentes, como la empresa de Nathan Myhrvold llamada Intellectual Ventures, son tan odiadas. Son inmunes a la amenaza de las contrademandas porque no poseen productos o servicios propios. Su único negocio es extorsionar a otras empresas cobrándoles royalties de patentes.

La analogía con el armamento nuclear resulta algo rebuscada si se considera literalmente, pero en términos de estrategia es bastante acertada. Paul Graham comentaba lo siguiente sobre la famosa patente de Amazon para la compra “one-click”:

Amazon pasó al lado oscuro, no al solicitar la patente, sino cuando la defendió. A muchas empresas (Microsoft, por ejemplo) se les han otorgado grandes cantidades de patentes absurdamente imprecisas, pero las mantienen principalmente por razones defensivas. Al igual que ocurre con las armas nucleares, el principal cometido de las carteras de patentes de las grandes empresas es amenazar a cualquiera que las ataque con una contrademanda. La demanda de Amazon contra Barnes & Noble fue por tanto el equivalente a un primer ataque nuclear.

Aquella demanda posiblemente dañó a Amazon más de lo que le sirvió de ayuda. Barnes & Noble era un sitio web bastante malo; Amazon lo habría aplastado de cualquier modo. Para atacar a un rival al que podrían haber ignorado, Amazon manchó su reputación de forma duradera. Incluso hoy, creo que si le pidieras a alguien del mundillo que dijera lo primero que le viniera a la mente sobre Amazon, la patente del one-click aparecería entre las diez cosas más frecuentes.

Lo que nos lleva a Apple y HTC. Dejando de lado los méritos de las 20 patentes que Apple acusa a HTC de incumplir, desde el punto de vista de la estrategia, la comparación con el caso de Amazon y Barnes and Noble parece adecuada: Apple tiene un producto claramente superior y está ganando con una cómoda ventaja en el mercado. Sea cual sea el beneficio que Apple espera lograr con esta demanda me parece mucho menor que la pérdida de buena fama y prestigio que sufrirá Apple si prosigue con este caso de forma enérgica (por no decir si emprenden más demandas por el estilo).

Wil Shipley escribe lo siguiente en una carta a bierta a Steve Jobs acerca de la demanda contra HTC:

Vosotros también os habéis basado en ideas de vuestros competidores en varios casos de renombre, al igual que yo he hecho, como deberíamos hacer todos, como hacen los grandes artistas. ¿Por qué es peor lo que ha hecho HTC? El que una idea se haya patentado no cambia el aspecto moral de copiarla, sólo da la posibilidad de emprender una demanda. […]

Si Apple se convierte en una empresa que usa su poder para aplastar a la competencia en lugar de emplear el talento, acabará viendo cómo la gente con más talento poco a poco va dejando de trabajar allí. Sabéis que es cierto, ya habéis visto cómo ocurre en Microsoft.

El progreso se logra copiando ideas. Lo que está mal (y es ilegal) es copiar las implementaciones. Está claro que hay zonas grises, y personas razonables pueden estar en desacuerdo sobre si ciertps casos concretos cruzan esa línea o no. Pero los teléfonos de HTC no son copias del iPhone. El Nexus One sin duda ha sido muy influido por el iPhone, tanto en términos de aspecto físico y del software Android de Google. Pero también está claro que no es un clon.

Mi teoría favorita hasta la fecha sobre el motivo por el que Apple ha demandado a HTC se expresa por completo en este tweet de John Siracusa:

Creo que la demanda de Apple por sus patentes huele a una manifestación del propio sentido de la justicia de Jobs.

Esto es, Jobs se siente ofendido por los productos de HTC, no es que le preocupen. Puedo entender su indignación, o al menos imaginar que la entiendo.

Las notas de prensa de Apple suelen ser especialmente secas y claras, al menos comparándolo con las típicas comunicaciones empresariales modernas. Y cuando se cita a Jobs en una de ellas, las palabras se eligen con mucho cuidado y tienen un gran significado; merecen ser analizadas con atención[1. Por ejemplo, tened en cuenta lo oportuno de esta nota de prensa que publicó Apple a primera hora de la mañana del 5 de Enero, anunciando la descarga número 3.000 millones del App Store. Se cita a Jobs diciendo: “El revolucionario App Store ofrece a los usuarios de iPhone y iPod una experiencia diferente a todas las de los demás dispositivos móviles, y no vemos señales de que nuestros competidores nos vayan a alcanzar muy en seguida”. El 5 de Enero fue el día en que Google celebró su evento de presentación del Nexus One.] — nada que ver con las obviedades atribuidas a los presidentes de casi todas las empresas en la mayoría de las notas de prensa. La nota de prensa que anunciaba estas demandas contra HTC no es ninguna excepción:

“Podemos quedarnos sentados y ver cómo nuestros competidores nos roban nuestras invenciones patentadas, o podemos hacer algo al respecto. Hemos decidido hacer algo al respecto”, ha declarado Steve Jobs, consejero delegado de Apple. “Creemos que la competencia es algo sano, pero los competidores deberían crear su propia tecnología original en lugar de robar la nuestra”.

No es el lenguaje propio de una disputa por asuntos de licencias o del comienzo de una negociación educada. Es el lenguaje de un hombre agraviado.

Durante la conferencia que realizó Jobs para presentar el iPhone en Enero de 2007, antes de enseñar qué aspecto tenía el iPhone, Jobs mostró esta diapositiva que mostraba a cuatro de los que por aquel entonces eran los smartphones líderes del mercado: el Motorola Q, una BlackBerry, un Palm Treo y el Nokia E62.

Steve Jobs at Macworld Expo 2007, showing the leading smartphones prior to the iPhone.

Aquellos smartphones previos al iPhone que Jobs mostró compartían el mismo diseño básico: mitad pantalla, mitad teclado, y una cruceta de navegación. Ahora mirad este prototipo de ún teléfono Android que Gizmodo descubrió en Diciembre de 2007 — 11 meses después de la presentación del iPhone. Android fue creado a partir del mismo modelo antiguo — el prototipo descubierto por Gizmodo en Diciembre de 2007 habría encajado a la perfección junto a los otros cuatro teléfonos que aparecían en la diapositiva que enseñó Jobs.

El gran abismo que separa a aquel prototipo Android parecido al Treo / BlackBerry y al HTC G1 que se puso a la venta un año después (por no mencionar al Nexus One actual) fue salvado con ideas sacadas del iPhone.

El iPhone introdujo un nuevo modelo. Un auténtico gran salto en el estado de la técnica. Nada de una pantalla pequeña que muestra cosas que se manipulan de forma indirecta usando botones y trackballs que ocupan la mitad de la superficie del dispositivo, sino una pantalla táctil que ocupa casi toda su superficie, y que muestra cosas que se manipulan directamente.

Hoy día, Android es una plataforma mucho mejor de lo que habría sido si Apple jamás hubiera creado el iPhone. Tal cosa, en cierto modo, no es justa.

Creo que Siracusa tiene toda la razón al decir que Jobs es especialmente sensible a este tipo de injusticia. Quizás entonces esta disputa legal no tenga que ver con ciertos componentes concretos patentados, sino con la idea de conjunto, la esencial global y la gran ambición del iPhone como el modelo básico del modo en que los dispositivos móviles actuales deberían diseñarse y funcionar.

Seguro que algunos estáis asintiendo con la cabeza y veis esto como una justificación para la demanda de Apple. Pero la vida no es justa. Las grandes ideas hacen que el mundo sea mejor. Apple puede tener todo el derecho a beneficiarse en gran medida de las ideas a las que da forma el iPhone, pero no es lógico que esperen cosechar todos los beneficios generados por esas ideas.

Esa es la naturaleza del proceso de implementación de ideas increíblemente geniales. El nivel ha subido y, en efecto, Apple ha hecho el mayor esfuerzo por elevarlo. Así es como funciona.

Paul Graham decía lo siguiente ayer:

Si esto hubiera ocurrida un día antes, no creo que hubiera llegado a publicar aquella convocatoria para empresas de nueva creación. Apple se está haciendo más malvada poco a poco, y me preocupa que no haya nadie en la empresa que pueda plantarle cara a Jobs y decírselo.

“Aquella convocatoria para empresas de nueva creación” es la convocatoria para empresas de nueva creación dedicadas al desarrollo para iPad aparecida en la web de Graham, Y Combinator, y salvo que penséis que “lado oscuro” es algo muy rebuscado, Graham lo aclaró más adelante en la misma conversación:

Históricamente, la palabra “malvado” ha tenido una significado bastante impreciso. Entre las empresas tecnológicas, la palabra tiene un nuevo y preciso significado que se apoya en el eslogan de Paul Buchheit “Don’t be evil” (no seas malvado). Ese es el significado que estaba utilizando. Es un baremo bastante bajo. Significa, a grandes rasgos, triunfar aprovechándose de la gente en lugar de a través de un trabajo de calidad.

Personalmente, no emplearía de esta forma la palabra malvado, pero coincido con Graham en el sentimiento. Y no digo esto con ninguna connotación trasnochada que implique esperar o incluso desear que Apple se comporte de forma generosa, como si se midieran por otro rasero idealizado, o como si pensara que tienen que pelear con un brazo atado a su empresarial espalda. Y sólo un necio afirmaría que una empresa nunca debería buscar justicia mediante una disputa legal.

Pero creo que es una buena práctica empresarial, a largo plazo, que los actos de agresión realizados por una empresa tengan lugar en el mercado, en vez de en los tribunales. Lo que me preocupa de esta disputa legal contra HTC es que parece un acto de agresión competitiva, no de defensa.

Sólo se me ocurren unos pocos puntos de vista optimistas de esta demanda. Uno de ellos es que quizás sea un subproducto de la demanda en la que Apple está envuelta contra Nokia (que fue iniciada por ellos). La contrademanda de Apple contra Nokia implica algunas de las mismas patentes de este caso, y quizás los abogados de Apple han decidido que deben defenderlas de alguien como HTC para poder usarlas en su contrademanda contra Nokia. O quizás una o varias de las patentes verdaderamente técnicas que Apple ha citado contra HTC son auténticos casos de robo de propiedad intelectual, cuya naturaleza concreta no queda clara a causa de la opacidad del lenguaje de las solicitudes de patente, y el resto de las patentes citadas como incumplidas se añadieron como parte de una estrategia legal con idea de algo como “Si les vas a dar un puñetazo, dáselo lo más fuerte que puedas”. Esencialmente, que han presentado una demanda lo más amplia que han podido, pero teniendo presentes ciertos incumplimientos muy concretos.

Lo que me preocupa es la idea de que Apple, o incluso sólo Steve Jobs, crea que los teléfonos como el Nexus One no tienen derecho a existir, y punto, y que un enfrentamiento legal por las patentes que mantenga a estos otros teléfonos fuera del mercado redunda en el interés de la compañía. Digo que es preocupante, no porque crea que es un acto malvado o absurdo, o poco razonable, sino porque no es inteligente, es corto de miras y también innecesario.